Una noche, un hombre creyó ver en el suelo de su dormitorio
lo que parecía ser una serpiente. Lleno de temor, permaneció toda la
noche acurrucado en un rincón, con el corazón encogido por el miedo, no
atreviéndose a moverse ni a hacer nada, por temor a que aquella
serpiente lo atacara. Sufrió tanto que no pudo dormir nada, y en su
mente empezó a imaginar toda clase de peligros para cuando aquella
serpiente se diese cuenta de su presencia.
De esta desesperación vino a sacarle el primer rayo de sol que entró por la ventana, ya con el alba. Entonces pudo advertir, a la luz del amanecer, que lo que había imaginado que era una serpiente no era más que un simple trozo de cuerda que se había dejado allí por descuido.
De esta desesperación vino a sacarle el primer rayo de sol que entró por la ventana, ya con el alba. Entonces pudo advertir, a la luz del amanecer, que lo que había imaginado que era una serpiente no era más que un simple trozo de cuerda que se había dejado allí por descuido.
Está bien
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