(IDRIES SHAH)
El escritor teatral francés Victorien Sardou estaba sentado a la mesa durante una cena cuando volcó un vaso de vino. Una dama que estaba a su lado, para prevenir que el líquido manchase el mantel, derramó sobre sal sobre él. Derramar sal, para alguna gente, significa mala suerte. Para contrarrestarlo, un pellizco se lanza por encima del hombro; y Sardou lo hizo así.
La sal fue a para a los ojos del camarero que estaba tratando de servirle, y el pollo que llevaba en una bandeja cayó al suelo. El perro de la casa comenzó a engullir el pollo, y un hueso se atascó en su garganta, de modo que comenzó a asfixiarse. El hijo de la anfitriona trató de sacar el hueso de la garganta del perro. El perro se volvió contra el joven y le mordió en un dedo, con tanta fuerza que hubo que amputárselo.
Tal es la vida, tal es la ley de la causa y el efecto: porque se derramó un vaso de vino, alguien perdió un dedo.
El escritor teatral francés Victorien Sardou estaba sentado a la mesa durante una cena cuando volcó un vaso de vino. Una dama que estaba a su lado, para prevenir que el líquido manchase el mantel, derramó sobre sal sobre él. Derramar sal, para alguna gente, significa mala suerte. Para contrarrestarlo, un pellizco se lanza por encima del hombro; y Sardou lo hizo así.
La sal fue a para a los ojos del camarero que estaba tratando de servirle, y el pollo que llevaba en una bandeja cayó al suelo. El perro de la casa comenzó a engullir el pollo, y un hueso se atascó en su garganta, de modo que comenzó a asfixiarse. El hijo de la anfitriona trató de sacar el hueso de la garganta del perro. El perro se volvió contra el joven y le mordió en un dedo, con tanta fuerza que hubo que amputárselo.
Tal es la vida, tal es la ley de la causa y el efecto: porque se derramó un vaso de vino, alguien perdió un dedo.
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