(IDRIES SHAH)
Entré en el taller del carpintero: “¿Por qué tiene la puerta rota?”, le dije.
“La gente acude al carpintero para que le haga su trabajo, no a preguntar acerca de su persona”, respondió.
Un tiempo después vi a otro carpintero en su taller. “¿Por qué tu mesa tiene sólo tres patas?”, pregunté.
“No me había dado cuenta”, contestó.
Más adelante, le dije a otro trabajador de la madera: “El marco de tu ventana está astillado”.
“Estoy demasiado ocupado para repararlo –respondió-, he estado haciendo sillas para vender”.
Entré en el taller del carpintero: “¿Por qué tiene la puerta rota?”, le dije.
“La gente acude al carpintero para que le haga su trabajo, no a preguntar acerca de su persona”, respondió.
Un tiempo después vi a otro carpintero en su taller. “¿Por qué tu mesa tiene sólo tres patas?”, pregunté.
“No me había dado cuenta”, contestó.
Más adelante, le dije a otro trabajador de la madera: “El marco de tu ventana está astillado”.
“Estoy demasiado ocupado para repararlo –respondió-, he estado haciendo sillas para vender”.
Es normal que en un taller de reparación haya cosas rotas, lo importante es que salgan bien reparadas. Eso mismo ocurre con el sacramwento de la Penitencia, lo normal es que nos acerquemos al confesionario rotos, lo imprtante es que salgamos arrepentidos, señal de que hemos sido reparados.
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