FRANCISCO EIXIMENIS.
El lobo se metió a sermonear a la rata, diciéndole que era mal animal porque, sin ninguna vergüenza, no hacía otra cosa sino roer sacos, cajas, pan, queso, pescado y todo cuanto encontraba.
Respondió la rata:
- Señor, ¿y cómo vos me sermoneáis a mí cuando sois el mayor devorador de la tierra? Ya que si yo me como un queso, vos hacéis cien veces peor, ya que degolláis un cordero o más, y si yo me pongo a roer un saco, vos bebéis la sangre de cincuenta ovejas. ¡Bien haríais callando! Porque, mientras seáis todo gula y estéis manchado de la sangre de aquellos que habéis muerto, no debéis ni a mi ni a otro corregir de glotonería.
Y se cuenta que el lobo inclinó la cabeza y se fue avergonzado, diciendo para sí: "Si hubiese callado, no hubiera tenido que oír mis malas fechorías".
Pues nadie debe reprender a otro de aquello de lo que él es igualmente culpable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario