JEAN DE LA FONTAINE.
Un rico labrador que veía próxima su muerte, llamó a sus hijos aparte para hablarles sin testigos.
¡Guardaos muy bien -les dice- de vender vuestra heredad, legada por nuestros abuelos! Un tesoro se oculta en su entraña, aunque ignoro su sitio. Más, con un poco de esfuerzo, conseguiréis encontrarlo. Pasada la cosecha, removed vuestro campo, cavadlo de arriba abajo, sin dejar un palmo que no muevan vuestras palas.
Murió el padre, y los hijos cavaron el campo de abajo arriba, y con tal ahínco que, al año siguiente, la cosecha fue más grande. Dinero no encontraron porque no lo había. Pero su padre fue un sabio, enseñandoles antes de morir que el trabajo es un tesoro.
Yo creía que era el castigo que nos puso Dios por el pecado original.
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