Un hombre acostumbraba a bañarse cada mañana en el mar, en una parte de
la costa poblada por numerosas gaviotas, que se le posaban en la cabeza y
las manos durante su baño, confiadas de aquel hombre que había llegado a
ser su amigo.
Un día, un vecino de aquel hombre, sabedor de su amistad con las gaviotas, le pidió que cogiera unas cuantas para que pudiera venderlas en el mercado. Y sucedió que al día siguiente, cuando fue a tomar su baño, ¡oh, casualidad!, ninguna gaviota vino a su encuentro.
Un día, un vecino de aquel hombre, sabedor de su amistad con las gaviotas, le pidió que cogiera unas cuantas para que pudiera venderlas en el mercado. Y sucedió que al día siguiente, cuando fue a tomar su baño, ¡oh, casualidad!, ninguna gaviota vino a su encuentro.
Pájaros listos, había que canbiarlas por nuestros políticos.
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