Cuenta una leyenda oriental, que un poderoso genio prometió un
valiosísimo regalo a una hermosa doncella si atravesaba un trigal y, sin
detenerse ni retroceder ni ladearse, lograba arrancar la mayor y más
madura espiga, siendo la recompensa proporcionada al tamaño y lozanía de
la que arrancase. Atravesó la muchacha el trigal, viendo a su paso
muchas espigas que invitaban a la siega, pero siguió adelante con la
esperanza de encontrar una mejor, hasta que llegó a la linde opuesta del
trigal sin haber arrancado ninguna.
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