viernes, 5 de septiembre de 2014

LA PACIENCIA.

(MICHAEL ENDE)
Beppo, el barrendero, parecía ser la persona más feliz del barrio. Siempre estaba contento y de buen humor, dispuesto a ayudar a los demás, a pesar de la dureza y la monotonía de su trabajo. Cada vez más, sus vecinos acudían a él para pedirle consejo y para solicitar ayuda en sus problemas. Cuando la gente le preguntaba por el secreto de su felicidad, siempre les respondía lo mismo:
“A veces se tiene ante sí una calle larguísima. Se cree uno que es tan terriblemente larga, que nunca podrá acabarla.
Y entonces se empieza uno a dar prisa. Y cada vez se da más prisa. Cada vez que se levanta la vista, se ve que la calle no se hace más corta. Y se esfuerza más todavía, se empieza a tener miedo, y al final se está sin aliento, y la calle sigue estando sin barrer delante de ti. Así no se debe hacer.
Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez. Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente. Nunca nada más que en el siguiente. Entonces es divertido. Eso es importante, porque entonces se hace la tarea, y de repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta de cómo ha sido, y no se está sin aliento”. 

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