Un hombre comenzó a cavar un pozo y llegó hasta una profundidad de
veinte codos, pero no halló ningún vestigio de agua. Entonces, abandonó
el lugar y eligió otro sitio para hacer el pozo. Cavó allí aún más
hondo, pero tampoco encontró agua. Eligió un tercer lugar y cavó todavía
más hondo, pero fue en vano. Tampoco halló agua. Al final,
completamente disgustado, abandonó su tarea. En conjunto, la profundidad
de los tres pozos era casi de cien codos. Si hubiese tenido la
paciencia de dedicar aunque fuera la mitad de su labor al primer pozo,
en vez de cambiar de un lugar a otro, seguramente habría encontrado
agua.
La regla de las 3 p: perseverancia, paciencia y prudencia.
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