Sabrás que un león habitaba en una
tierra my fértil en compañia de otras bestias salvajes. Y todos vivían
muy bien, pues había agua, y pasto, y todo lo que necesitaban para su
sustento.
Había asímismo en aquella tierra un río al que llamaban "El río de las liebres", por las muchas que moraban en sus riberas. Y era tal el miedo que estos animalitos sentían por el león, que acordaron presentarse a él y decirle:
-Señor, no pasa un día en que no hagas entre nosotras una gran carnicería y matanza para matar una solamente. Para evitar esto, te proponemos que todos los días una de nosotras venga a tí a la hora de comer para servirte de alimento. De este modo tú podrás holgar y nosotras nos sacrificaremos con gusto para evitar mayores males. ¿Qué te parece?.
Encontró el león muy prudente la idea, pues ello permitiría comerse diariamente un plato de su gusto sin otro trabajo que esperar sentado a que le viniese a la boca.
Fueronse la liebres, y a la otra mañana echaron a suerte para ver a quien le tocaba presentarse al león y ser devorada por él .Y a la que le tocó sacrificarse, cuando llegó la hora de partir dijo a las demás:
- Adios y hasta pronto.
- ¿Cómo hasta pronto? preguntaron las otras sorprendidas.
-Pienso -dijo la primera- poner en práctica un plan para matar al león, y espero no fallar en el intento.
-¿ Y en qué consiste ese plan que imaginaste?.
- A mi vuelta os lo contaré.
Marchóse a toda prisa a ver al león y, a pocos pasos a donde tenía este su guarida, se detuvo y esperó tranquilamente a la sombra de un olmo; y cuando pasó con mucho la hora de comer, echóse a andar de nuevo y presentóse a la fiera.
-¿ Cómo has tardado tanto?- rugió ésta-. Lo convenido ha sido que estuvieras aquí a la hora de yantar.
- Perdonadme, señor -disculpóse la liebre humildemente-, no ha sido mía la culpa. Sabed que cuando me dirigía a vos, me econtré a otro león, que consigió apresarme entre sus garras; y le dije que no me tocara, que era vianda vuestra; pero él se echó a reir y me dijo que en todos los parajes mandaba él, y que en cuanto os topase en su camino os lo haría saber a fuerza de zarpazos, hasta dejaros más pelado que a un mono. Yo entonces fingí que me placía su compañía, y en un momento en que estaba distraído eché a correr y aquí me tenéis para serviros de manjar y aplacad vuetro apetito.
El león, lleno de furor, soltó un rugido que hizo estrmecer los montes. Luego preguntó a su victima:
-¿Dónde está ese leonzuelo que se atreve a insultarme y disputar mi poder?.
- Si quereis, yo puedo mostraros en donde tiene su aposento.
- Pues ¡hala!, vamonos pronto y guiame hasta él.
Llevólo la liebre a una legua aproximadamente de allí y, señalandole un pozo, le dijo:
- Mirad, en el pozo de este recinto lo encontrareis.
Asomóse el león al borde del pozo, y viendo reflejada en él su propia imagen, creyó que era el otro león el que estaba tumbado baca arriba, y llevado por sus furor, saltó y cayó al agua pereciendo ahogado.
La liebre llena de alegría , echó a correr y fue a contar a sus compañeras su triunfo, que celebraron con grandes fiestas.
Había asímismo en aquella tierra un río al que llamaban "El río de las liebres", por las muchas que moraban en sus riberas. Y era tal el miedo que estos animalitos sentían por el león, que acordaron presentarse a él y decirle:
-Señor, no pasa un día en que no hagas entre nosotras una gran carnicería y matanza para matar una solamente. Para evitar esto, te proponemos que todos los días una de nosotras venga a tí a la hora de comer para servirte de alimento. De este modo tú podrás holgar y nosotras nos sacrificaremos con gusto para evitar mayores males. ¿Qué te parece?.
Encontró el león muy prudente la idea, pues ello permitiría comerse diariamente un plato de su gusto sin otro trabajo que esperar sentado a que le viniese a la boca.
Fueronse la liebres, y a la otra mañana echaron a suerte para ver a quien le tocaba presentarse al león y ser devorada por él .Y a la que le tocó sacrificarse, cuando llegó la hora de partir dijo a las demás:
- Adios y hasta pronto.
- ¿Cómo hasta pronto? preguntaron las otras sorprendidas.
-Pienso -dijo la primera- poner en práctica un plan para matar al león, y espero no fallar en el intento.
-¿ Y en qué consiste ese plan que imaginaste?.
- A mi vuelta os lo contaré.
Marchóse a toda prisa a ver al león y, a pocos pasos a donde tenía este su guarida, se detuvo y esperó tranquilamente a la sombra de un olmo; y cuando pasó con mucho la hora de comer, echóse a andar de nuevo y presentóse a la fiera.
-¿ Cómo has tardado tanto?- rugió ésta-. Lo convenido ha sido que estuvieras aquí a la hora de yantar.
- Perdonadme, señor -disculpóse la liebre humildemente-, no ha sido mía la culpa. Sabed que cuando me dirigía a vos, me econtré a otro león, que consigió apresarme entre sus garras; y le dije que no me tocara, que era vianda vuestra; pero él se echó a reir y me dijo que en todos los parajes mandaba él, y que en cuanto os topase en su camino os lo haría saber a fuerza de zarpazos, hasta dejaros más pelado que a un mono. Yo entonces fingí que me placía su compañía, y en un momento en que estaba distraído eché a correr y aquí me tenéis para serviros de manjar y aplacad vuetro apetito.
El león, lleno de furor, soltó un rugido que hizo estrmecer los montes. Luego preguntó a su victima:
-¿Dónde está ese leonzuelo que se atreve a insultarme y disputar mi poder?.
- Si quereis, yo puedo mostraros en donde tiene su aposento.
- Pues ¡hala!, vamonos pronto y guiame hasta él.
Llevólo la liebre a una legua aproximadamente de allí y, señalandole un pozo, le dijo:
- Mirad, en el pozo de este recinto lo encontrareis.
Asomóse el león al borde del pozo, y viendo reflejada en él su propia imagen, creyó que era el otro león el que estaba tumbado baca arriba, y llevado por sus furor, saltó y cayó al agua pereciendo ahogado.
La liebre llena de alegría , echó a correr y fue a contar a sus compañeras su triunfo, que celebraron con grandes fiestas.
La soberbia es el peor de los males.
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