Desde que salió del colegio en su
juventud, una mujer tenía la costumbre de llevar un diario en el que
anotaba las pequeñas cosas de cada día que le daban felicidad, por
insignificantes que fueran, porque pensaba que no había día tan triste y
sombrío que no le aportaran por lo menos un rayito de luz… A este
diario le llamó El libro del placer, y cuando le asaltaba la turbación
le bastaba leer unas cuantas páginas para verse feliz de nuevo.
Una anotación de este diario decía: “Recibí una afectuosa carta de mamá. Vi un hermoso lirio en una ventana. Encontré el alfiler que había perdido. Mi marido me trajo un ramo de flores”.
Una anotación de este diario decía: “Recibí una afectuosa carta de mamá. Vi un hermoso lirio en una ventana. Encontré el alfiler que había perdido. Mi marido me trajo un ramo de flores”.
Son tantas las cosas por las que debemos dar gracias, ya desde nada más levantarnos: ver amanecer un nuevo día, tener una familia, un hogar, etc.
ResponderEliminarNo debemos perder el tiempo obsesionados por unas cuantas cosas contadas que no tenemos y no nos hacen falta para ser felices, y, sin embargo, debiéramos dar gracias por tantísimas como tenemos y son las que sí necesitamos: la vista, el oído, etc; y, por encima de todo, el amor.