Un grupo de personas se había quedado
incomunicado por la nieve en un refugio de montaña. Después de algunos
días, cuando ya habían quemado todos los muebles, el frío intenso
comenzó a preocuparles, y empezaron a debatir lo que podían hacer para
sobrevivir en tales condiciones adversas. Después de horas de debate, no
habían encontrado ninguna solución, entonces uno de ellos que hasta
entonces había permanecido callado se levantó y dijo: “Amigos, creo
tener la solución a nuestro problema”.
Como los demás le animaron a que siguiera hablando, el hombre continuó: “Debemos intentar conservar el calor como sea. Y si no podemos hacerlo, también sé lo que debemos hacer”.
Al llegar a este punto, guardó silencio nuevamente. Ante la insistencia de sus amigos, añadió: “Congelarnos”.
Como los demás le animaron a que siguiera hablando, el hombre continuó: “Debemos intentar conservar el calor como sea. Y si no podemos hacerlo, también sé lo que debemos hacer”.
Al llegar a este punto, guardó silencio nuevamente. Ante la insistencia de sus amigos, añadió: “Congelarnos”.
Muy ingenioso el amigo, pero yo me remito a una frase de Sta. Teresa y, en la que yo confío plenamente: "La paciencia todo lo alcanza"; tal vez no sea la solución, pero sí el camino.
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