(ALFONSO FRANCIA)
Un día quise ver a mis tres amigos, unos que trabajaban en una obra de construcción, cerca de mi casa. Hacía mucho que no los veía ¿qué era de sus vidas? Casi a la entrada, en una postura de comodidad, me encuentro al primero. “Hombre, que alegría verte”, le dije mientras le daba un fuerte abrazo. “¿Cómo te van las cosas?”- “Aquí, trabajando y sudando como un negro, ya me ves. Como un idiota, esperando largarme cuanto antes”.
Doy tan sólo unos pasos y allí en un andamio, a escasos metros del suelo, encuentro a otro viejo amigo. “Por fin te veo,.. ¡cuidado que hace tiempo! ¿Cómo te va todo esto”. –“Pues hombre, ya ves. Las vueltas que da la vida. Hay que hacer algo, ¿no? Hay que ganarse el pan y mirar por los hijos. Es ley de vida”, me dijo.
Levanto la vista, y allá arriba, en una postura de difícil equilibrio, veo a mi otro amigo. Sintió una enorme alegría al verme y, con una gran sonrisa y una voz potente, me preguntó cómo me iba, cuándo nos veríamos más detenidamente. Y, para terminar, me dijo: “Aquí estoy haciendo una escuela bonita, bonita, ya verás que escuela”.
Un día quise ver a mis tres amigos, unos que trabajaban en una obra de construcción, cerca de mi casa. Hacía mucho que no los veía ¿qué era de sus vidas? Casi a la entrada, en una postura de comodidad, me encuentro al primero. “Hombre, que alegría verte”, le dije mientras le daba un fuerte abrazo. “¿Cómo te van las cosas?”- “Aquí, trabajando y sudando como un negro, ya me ves. Como un idiota, esperando largarme cuanto antes”.
Doy tan sólo unos pasos y allí en un andamio, a escasos metros del suelo, encuentro a otro viejo amigo. “Por fin te veo,.. ¡cuidado que hace tiempo! ¿Cómo te va todo esto”. –“Pues hombre, ya ves. Las vueltas que da la vida. Hay que hacer algo, ¿no? Hay que ganarse el pan y mirar por los hijos. Es ley de vida”, me dijo.
Levanto la vista, y allá arriba, en una postura de difícil equilibrio, veo a mi otro amigo. Sintió una enorme alegría al verme y, con una gran sonrisa y una voz potente, me preguntó cómo me iba, cuándo nos veríamos más detenidamente. Y, para terminar, me dijo: “Aquí estoy haciendo una escuela bonita, bonita, ya verás que escuela”.
La soberbia nos hace vernos más de lo que somos, y, al contrario, la humildad nos hace considerarnos en menor estima.
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