(ANTHONY DE MELLO)
El maestro estaba de un talante comunicativo, y por eso sus discípulos trataron de que les hiciera saber las fases por las que había pasado en su búsqueda de la divinidad.
“Primero, Dios me condujo de la mano al País de la Acción, donde permanecí una serie de años.”
“Luego volvió y me condujo al País de la Aflicción, y allí viví hasta que mi corazón quedó purificado de todo afecto desordenado”.
“Pasado un tiempo me vi en el País del Amor, cuyas ardientes llamas consumieron cuanto quedaba de mi egoísmo. Tras todo ello, accedí al País del Silencio, donde se desvelaron ante mis asombrados ojos los misterios de la vida y de la muerte.”
“¿Y fue ésta la fase final de tu búsqueda?” le preguntaron los discípulos.
“No”, respondió el Maestro.
“Un día dijo Dios: Hoy voy a llevarte al santuario más escondido del Templo, al “mismo corazón de Dios”, Y fui conducido al País de la Alegría.”
El maestro estaba de un talante comunicativo, y por eso sus discípulos trataron de que les hiciera saber las fases por las que había pasado en su búsqueda de la divinidad.
“Primero, Dios me condujo de la mano al País de la Acción, donde permanecí una serie de años.”
“Luego volvió y me condujo al País de la Aflicción, y allí viví hasta que mi corazón quedó purificado de todo afecto desordenado”.
“Pasado un tiempo me vi en el País del Amor, cuyas ardientes llamas consumieron cuanto quedaba de mi egoísmo. Tras todo ello, accedí al País del Silencio, donde se desvelaron ante mis asombrados ojos los misterios de la vida y de la muerte.”
“¿Y fue ésta la fase final de tu búsqueda?” le preguntaron los discípulos.
“No”, respondió el Maestro.
“Un día dijo Dios: Hoy voy a llevarte al santuario más escondido del Templo, al “mismo corazón de Dios”, Y fui conducido al País de la Alegría.”
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