(LEYENDA BUDISTA)
Un anciano Maestro de la Sabiduría había abandonado la ciudad y caminaba por unos campos llenos de cerezos en flor, bastante alejados del núcleo urbano. Las ramas de los cerezos en flor se inclinaban sobre el camino, y el anciano iba absorto en sus meditaciones.
Angulimal, un bandido famoso en aquella comarca, apareció de pronto, dispuesto a robar al anciano.
El anciano le dijo:
“Antes de matarme, ayúdame a cumplir mis dos últimos deseos”. Y se puso en oración, preparándose para la muerte.
El bandido Angulimal le dijo, impaciente: “¿Cuál es el primer deseo?”.
“Corta, por favor una rama en flor de ese cerezo.”
Con un golpe de espada el bandido hizo lo que le pedía, arrojando la rama a los pies del anciano que ya rezaba.
El anciano, levantando lentamente la vista prosiguió:
“Mi segundo deseo es que ahora vuelva a poner la rama en el cerezo, para que siga floreciendo”.
Debes estar loco –respondió Angulimal-, si piensas que eso es posible.”
“Al contrario –dijo el Maestro de la Sabiduría-, el loco eres tú, que te crees poderoso porque puedes herir y destruir. Eso es cosa de niños. El verdaderamente poderoso es el que sabe crear, dar vida y curar.”
Un anciano Maestro de la Sabiduría había abandonado la ciudad y caminaba por unos campos llenos de cerezos en flor, bastante alejados del núcleo urbano. Las ramas de los cerezos en flor se inclinaban sobre el camino, y el anciano iba absorto en sus meditaciones.
Angulimal, un bandido famoso en aquella comarca, apareció de pronto, dispuesto a robar al anciano.
El anciano le dijo:
“Antes de matarme, ayúdame a cumplir mis dos últimos deseos”. Y se puso en oración, preparándose para la muerte.
El bandido Angulimal le dijo, impaciente: “¿Cuál es el primer deseo?”.
“Corta, por favor una rama en flor de ese cerezo.”
Con un golpe de espada el bandido hizo lo que le pedía, arrojando la rama a los pies del anciano que ya rezaba.
El anciano, levantando lentamente la vista prosiguió:
“Mi segundo deseo es que ahora vuelva a poner la rama en el cerezo, para que siga floreciendo”.
Debes estar loco –respondió Angulimal-, si piensas que eso es posible.”
“Al contrario –dijo el Maestro de la Sabiduría-, el loco eres tú, que te crees poderoso porque puedes herir y destruir. Eso es cosa de niños. El verdaderamente poderoso es el que sabe crear, dar vida y curar.”
Efectivamente, una persona fuerte y poderosa, el verdadero valor no lo demuestra dando golpes, para lo que está más que sobrado, sino aprendiendo a recibirlos; y, de una persona más débil que él.
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