(CUENTO PERSA)
Había un hombre que deseaba poseer oro: tanto oro, todo el oro posible. Lo deseaba tan ardientemente que ya no tenía pensamiento para otro cosa, ni era capaz de desear nada más. El oro se había convertido para él en una obsesión anclada en su mente.
En las vitrinas de las joyerías y en los escaparates no veía que, además de los collares relumbrantes de oro, había también otras tantas cosas bellas.
Un día no pudo resistir más: entró derecho en la tienda de los joyeros, agarró de prisa un puñado de brazaletes de oro y salió corriendo.
Naturalmente, fue en seguida arrestado, y los policías le dijeron:
“¿Pero cómo pensabas poder escapar? La joyería estaba llena de gente.
“¿De verdad?”, dijo el hombre sorprendido. “No me había dado cuenta. Yo no veía más nada que el oro.”
Había un hombre que deseaba poseer oro: tanto oro, todo el oro posible. Lo deseaba tan ardientemente que ya no tenía pensamiento para otro cosa, ni era capaz de desear nada más. El oro se había convertido para él en una obsesión anclada en su mente.
En las vitrinas de las joyerías y en los escaparates no veía que, además de los collares relumbrantes de oro, había también otras tantas cosas bellas.
Un día no pudo resistir más: entró derecho en la tienda de los joyeros, agarró de prisa un puñado de brazaletes de oro y salió corriendo.
Naturalmente, fue en seguida arrestado, y los policías le dijeron:
“¿Pero cómo pensabas poder escapar? La joyería estaba llena de gente.
“¿De verdad?”, dijo el hombre sorprendido. “No me había dado cuenta. Yo no veía más nada que el oro.”
El desconocimiento de uno mismo genera tristeza.
ResponderEliminarEl desconocimiento de Dios produce desesperación
San Bernardo de Claravall.
Donde no está Dios está el mal.