ANTHONY DE MELLO.
Llevaba Nasruddin una carga de sal al mercado. Su asno tuvo que vadear un río y la sal se disolvió.
Al alcanzar la otra orilla, el animal se puso a corretear, contentísimo de haber visto aligerada su carga.
Pero Nasruddin estaba enfadado de veras.
Al siguiente día en que había mercado, Nasruddin cubrió los sacos con abundante algodón. Al cruzar el río, el asno casi se ahoga por culpa del exceso de peso.
“¡Tranquilízate!”, dijo alborozado Nasruddin. “¡Esto te enseñará que, no siempre que cruces el río vas a ganar tú!”.
Dos hombres se aventuraron en la religión.
Uno de ellos salió vivificado. El otro se ahogó.
Llevaba Nasruddin una carga de sal al mercado. Su asno tuvo que vadear un río y la sal se disolvió.
Al alcanzar la otra orilla, el animal se puso a corretear, contentísimo de haber visto aligerada su carga.
Pero Nasruddin estaba enfadado de veras.
Al siguiente día en que había mercado, Nasruddin cubrió los sacos con abundante algodón. Al cruzar el río, el asno casi se ahoga por culpa del exceso de peso.
“¡Tranquilízate!”, dijo alborozado Nasruddin. “¡Esto te enseñará que, no siempre que cruces el río vas a ganar tú!”.
Dos hombres se aventuraron en la religión.
Uno de ellos salió vivificado. El otro se ahogó.
Cuando recemos y le pidamos algo a Dios, el resultado no va a ser el que nosotros queramos.
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