(ANTHONY DE MELLO)
Un ex-prisionero de un campo de concentración nazi fue a visitar a un amigo que había compartido con él tan penosa experiencia. De tanto en tanto solían encontrarse para comentar aquel tiempo terrible de horror y crueldad.
Tras saludarse como hermanos, la conversación recayó sobre el tiempo pasado y los recuerdos que afloraban en sus mentes. En un momento de la conversación el visitante preguntó a su amigo:
“¿Has olvidado ya a los nazis”.
“Pues no. Aún sigo odiándolos con toda mi alma.”
“Entonces, le dijo apaciblemente su amigo, aún siguen teniéndote prisionero.”
(Nuestros enemigos no son los que nos odian, sino aquellos a quienes nosotros odiamos)
Un ex-prisionero de un campo de concentración nazi fue a visitar a un amigo que había compartido con él tan penosa experiencia. De tanto en tanto solían encontrarse para comentar aquel tiempo terrible de horror y crueldad.
Tras saludarse como hermanos, la conversación recayó sobre el tiempo pasado y los recuerdos que afloraban en sus mentes. En un momento de la conversación el visitante preguntó a su amigo:
“¿Has olvidado ya a los nazis”.
“Pues no. Aún sigo odiándolos con toda mi alma.”
“Entonces, le dijo apaciblemente su amigo, aún siguen teniéndote prisionero.”
(Nuestros enemigos no son los que nos odian, sino aquellos a quienes nosotros odiamos)
«La verdadera nobleza, ve en cada hombre un hermano. Y a devolver bien por mal, tiende gozoso la mano». Gandhi.
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