(ALFONSO FRANCIA)
Escribía un día sobre los pajarillos, sobre su libertad envidiable, su vitalidad, su astucia, su alegría… Me levanté de la máquina para descansar un poco. Me asomé a la sala de al lado. Un gorrión estaba prisionero en aquella inmensa aula-jaula. ¿Cómo había entrado? Misterio. Poco importa, me dije, por qué está aquí, lo que interesa es liberarlo.
El pobre, cuando sintió mi presencia, se debatía, se agitaba, emprendía el vuelo, se estrellaba contra los amplios ventanales. Sufría yo con él por su falta de libertad y sus continuos, sus fortísimos golpes, cada uno de los cuales me parecía mortal. Luché por recogerlo. Le hablaba amistosamente. No lo conseguía. Cuanto más me acercaba, más rápidamente levantaba el vuelo y con mayor fuerza se estrellaba contra las ventanas. Se me ocurrió abrir varios ventanales. Inútil. Ofuscado, atontolinado por los golpes, como ciego y torpe, no sólo no comprendía mis buenas intenciones, sino que ni siquiera veía la puerta de la verdadera libertad. Desconocía, no descubría la libertad real de lo aparente. Creí que cualquier intento era el último, tal era la fuerza de su ofuscamiento. Por fin, pude cogerlo. No quise ni siquiera dedicar unos segundos para acariciarlo, sólo deseaba su libertad, me parecía urgente devolvérsela. Voló con viveza y agilidad como si nada hubiera pasado…
Pensé: ¿qué mensaje llevaría? ¿Qué recuerdo tendría de mí? ¿Cómo un monstruo sin entrañas, cazador y torturador? ¿Habrá salido de su inconsciencia y obcecación? ¿Habrá aprendido a distinguir el bien del mal, a los amigos de los enemigos, la realidad de los espejismos? ¿Seré capaz de soportar muchas veces que no se valores mis buenas intenciones y mi esfuerzo de liberación? Y yo ¿busco o acepto los márgenes de libertad de mi aula-jaula? ¿Arriesgaré incluso la vida por la libertad? ¿Las ansias de libertad me cegarán tanto que la busque, hasta destruirme, por caminos que no son los buenos? ¿No será posible que quienes considero enemigos me aportes libertad?
Escribía un día sobre los pajarillos, sobre su libertad envidiable, su vitalidad, su astucia, su alegría… Me levanté de la máquina para descansar un poco. Me asomé a la sala de al lado. Un gorrión estaba prisionero en aquella inmensa aula-jaula. ¿Cómo había entrado? Misterio. Poco importa, me dije, por qué está aquí, lo que interesa es liberarlo.
El pobre, cuando sintió mi presencia, se debatía, se agitaba, emprendía el vuelo, se estrellaba contra los amplios ventanales. Sufría yo con él por su falta de libertad y sus continuos, sus fortísimos golpes, cada uno de los cuales me parecía mortal. Luché por recogerlo. Le hablaba amistosamente. No lo conseguía. Cuanto más me acercaba, más rápidamente levantaba el vuelo y con mayor fuerza se estrellaba contra las ventanas. Se me ocurrió abrir varios ventanales. Inútil. Ofuscado, atontolinado por los golpes, como ciego y torpe, no sólo no comprendía mis buenas intenciones, sino que ni siquiera veía la puerta de la verdadera libertad. Desconocía, no descubría la libertad real de lo aparente. Creí que cualquier intento era el último, tal era la fuerza de su ofuscamiento. Por fin, pude cogerlo. No quise ni siquiera dedicar unos segundos para acariciarlo, sólo deseaba su libertad, me parecía urgente devolvérsela. Voló con viveza y agilidad como si nada hubiera pasado…
Pensé: ¿qué mensaje llevaría? ¿Qué recuerdo tendría de mí? ¿Cómo un monstruo sin entrañas, cazador y torturador? ¿Habrá salido de su inconsciencia y obcecación? ¿Habrá aprendido a distinguir el bien del mal, a los amigos de los enemigos, la realidad de los espejismos? ¿Seré capaz de soportar muchas veces que no se valores mis buenas intenciones y mi esfuerzo de liberación? Y yo ¿busco o acepto los márgenes de libertad de mi aula-jaula? ¿Arriesgaré incluso la vida por la libertad? ¿Las ansias de libertad me cegarán tanto que la busque, hasta destruirme, por caminos que no son los buenos? ¿No será posible que quienes considero enemigos me aportes libertad?
La verdad, me parece un cuento bonito, aunque no es menos verrdad que después de esta primera y única lectura, reflexiono y la verdad es que, me cuesta sacar una clara reflexión. Reconozco que en este mnundo moderno, en el que nos vemos rodeados de tanta infornmación -televisión, radio, prensa, internet, etc, a veces nos vemos atrapados o más bien intoxicados, sin saber discernir en muchos casos sobre quiénes intentan ayudarnos y quiénes no.
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