Se acercaba la época de las lluvias monzónicas y un hombre muy anciano
estaba cavando hoyos en su jardín. Trabajaba con ilusión y entusiasmo.
“¿Qué haces?”, le preguntó su vecino.
“Estoy plantando mangos”, respondió el anciano.
“¿Esperas llegar a comer mangos de estos árboles?”
“No, no pienso vivir tanto. Pero otros lo harán. Se me ocurrió el otro día que toda mi vida he disfrutado comiendo mangos plantados por otras personas, y ésta es mi manera de demostrarles mi gratitud. En mi larga vida he recibido muchas cosas de los demás. Es justo que yo contribuya a que otros se beneficien de mí.”
“¿Qué haces?”, le preguntó su vecino.
“Estoy plantando mangos”, respondió el anciano.
“¿Esperas llegar a comer mangos de estos árboles?”
“No, no pienso vivir tanto. Pero otros lo harán. Se me ocurrió el otro día que toda mi vida he disfrutado comiendo mangos plantados por otras personas, y ésta es mi manera de demostrarles mi gratitud. En mi larga vida he recibido muchas cosas de los demás. Es justo que yo contribuya a que otros se beneficien de mí.”
«La raíz de todos los males, el egoísmo».
ResponderEliminarSi en vez de miurar solo para nosotros, fuéramos algo, solo un poquito de generosos y pusiéramos también en nuestros objetivos las necersidades de los demás, no habría un primer mundo y un tercer mundo; o uno desarrollado y otro subdesarrollado.