Cuento oriental (adaptación)
El profeta gritaba con toda su voz en la gran plaza de la ciudad. Era decidido, prometedor... El país debía cambiar. Todos lo escuchaban boquiabiertos y lo seguían. Pero poco a poco empezó a gritar que ellos también debían cambiar sus costumbres. Su clientela empezó a disminuir, pero él seguía gritando; tan sólo unos poquitos... y él seguía gritando, hasta... quedarse solo, y él seguía gritando. Después de varios días, gritando en la gran plaza sin que nadie lo siguiera, alguien se acercó y le preguntó:
-¿Para qué tantas voces si nadie te escucha?
Y la voz del profeta sonó con más fuerza: "Si yo me hubiera callado, ellos me habrían cambiado a mí".
No hay que sentir reparo ni vergüenza por expresar nuestro punto de vista con educación, y de la misma forma, con educación también, escuchar el de los demás.
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