ALFONSO FRANCIA.
Eran dos rosales, a cada cuál más bello. Crecían juntos, se alimentaban de la misma tierra, del mismo aire, del mismo sol. Eran los más hermosos del jardín. Ambos soñaban lucir, dar perfume y gracia a la casa, a un chalet, a una iglesia... dar flores para ramilletes de enamorados, para... Siempre hablaban entre ellos. Un día, el más bonito se quedó mucho tiempo callado, se puso triste. El otro lo notó.
- ¿Qué te pasa que hoy no pareces el mismo?
- Estoy muy preocupado porque, siendo tan perfectos y teniendo tantas posibilidades de hacer la vida más agradable a los demás, disfrutando también nosotros con lo que somos y tenemos, a lo mejor la abeja, en vez de miel fabrica veneno y la serpiente... ¿A ti no te entristece? Voy a languidecer y morir, no quiero servir para nada malo.
- No seas tonto, le dijo el compañero. Quien busca el mal lo va a encontrar siempre. Encontrar el bien no es tan fácil. No podemos dejar de ofrecer olor, color y alegría a quienes nos vean y se acerquen. El bien debe lucir más que el mal. Bastante mal existe ya en el mundo.
- Gracias, menos mal que estás a mi lado y me animas...
- Sí, pero, ahora tengo miedo yo, ¿sabes? He descubierto al verte que también nosotros llevamos el mal y la muerte dentro.
Desde aquel día, los dos rosales se hicieron más amigos.
Lo único que se me ocurre es que hay que ser positivos en la vida. Vivirla buscando y practicando el bien, el mal ya viene sin buscarlo, pero al menos no lo practiquemos.
ResponderEliminar