Había un adoquín en la calle que estaba contento con su papel: los niños y ancianos lo pisaban, los coches pasaban, no había charquitos ni baches, todo era bonito. Pero a él lo fastidiaban los otros adoquines, que cada uno apretaba por un lado, y no se podía mover. Los veía hasta con malas intenciones. A su vista sólo tenía a ésos y le parecían injustos con él, ¡egoístas! "Seguro -decía- que me aprietan a mí porque yo no me quejo y luego ellos tienen espacio de sobra para respirar.
Un día, no aguantaba más y se plantó: "Estoy harto de vosotros y me voy". Los otros pensaron: "más tranquilos y anchos vamos a estar" "Si quieres rodar, vete por ahí, cualquiera sabe dónde iras a parar... Ah, y tú eres responsable de las desgracias que sucedan por no estar en tu sitio", "Adiós, no aguanto más". Apenas se marchó, un niño en bicicleta que venía a toda velocidad y no lo vio, se cayó aparatosamente y se rompió el brazo. La gente que acudió a atender al niño colocó el adoquín en el hueco de antes. Los cuatro compañeros le riñeron: "Vews, eres un irresponsable, ¿para qué quieres tanta libertad? En la vida hay más cosas que eso".
-"¿Veis, dice el adoquín, cómo no se puede estar con vosotros? Sólo hacéis condenarme. No me queréis a vuestro lado; lo único, aprovecharos de mí. Para eso me voy, me pongo fuera de la calzada y ya está".
Apenas se había quitado, vino una moto y, al pasar su rueda por el hueco dejado por el adoquín, ¡hala! fue a estrellarse contra la pared y, por poco, se mata el conductor al darse su cabeza, con el adoquín. El muchacho ensangrentado y todo, pone el adoquín en su sitio. Surgen nuevas riñas de los compañeros, uno le dice: "Por faltar tú, ¡otro golpe". Otro: "Antes, ni charquitos de agua, y ahora todo van a ser charcos de sangre". El tercero: "Y la calle está más fea". Y el otro cuarto adoquín: "Y hasta nos proteges, el otro día un niño estuvo tirando de mí y me separó un poco de los otros. Hasta puede ser que, por tu culpa, se estropee toda la calle". Todos le decían: "Donde mejor estás es aquí". Parecía convencido ya de quedarse cuando oyó mucho ruido, gritos, caballos, botes de humo. Dice: "Uff!, es una manifestación de trabajdores, que no están contentos y se enfrentan a la policía. Esto no me lo pierdo. Lo veo desde fuera, junto a la pared". Desde allí pudo observar bien lo que pasaba. Los obreros arrojaron palos, piedras, todo lo que encontraban. Tiraron también los otros adoquines compañeros, los arrancaron y los lanzaron contra la policía. Por ello quedó un hoyo enorme en la calle. Otros que venían detrás cogieron más y más. El último de todos vino por él y lo tiró con fuerza a un policía, lo hirió mortalmente y, otra vez, lo bañaron en sangre... El quería ya volver a su sitio y estarse quietecito haciendo su papel, pero... al día siguiente, tempranito, vinieron unos señores con distintas herramientas, los juntaron con otros adoquines, los unieron con cemento, los golpearon fuerte y dijeron: "Estos ya no se mueven". "No puedo ni moverme. ¿Dónde están mis antiguos compañeros? Estos aprietan más. Parecemos todos una sola cosa ¡Cualquiera les dice nada! Más vale callar, no sea que se enteren de que fui el culpable".
Hay que ser humildes y saber convivir con nuestros compañeros. La soberbia y el mal crácter, son los peores defectos.
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