ANTHONY DE MELLO.
Sa'di de Shiraz relata esta historia acerca de sí mismo: Cuando yo era niño, era un muchacho piadoso, ferviente en la oración y en las devociones. Una noche estaba yo velando con mi padre, mientras sostenía el Corán en mis rodillas. Todos los que se hallaban en el recinto comenzaron a adormilarse y no tardaron en quedar profundamente dormidos. De modo que le dije a mi padre:
— «Ni uno solo de esos dormilones es capaz de abrir sus ojos o alzar su cabeza para decir sus oraciones. Diría uno que están todos muertos»
Y mi padre me replicó:
— «Mi querido hijo, preferiría que también tú estuvieras dormido como ellos, en lugar de murmurar».
La conciencia de la propia virtud es un riesgo muy propio de quien se embarca en la oración y en la piedad.
Hemos de aprender a vivir, poniendo el foco de puertas para dentro en vez de lo contrario. Procurando fijarnos más en nosotros mismos, en nuestros errores para enmendarlos, en vez de fijarnos en lo que hacen los demás para criticar.
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