ANTHONY DE MELLO.
El santo Joneyed acudió a La Meca vestido de mendigo. Estando allí, vio cómo un barbero afeitaba a un hombre rico. Al pedirle al barbero que le afeitara a él, el barbero dejó inmediatamente al hombre rico y se puso a afeitar a Joneyed. Y al acabar no quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo fue dar además a Joneyed una limosna.
Joneyed quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las limosnas que pudiera recoger aquel día.
Sucedió que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una bolsa de oro. Joneyed se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oró al barbero.
Pero el barbero le gritó: «¿Qué clase de santo eres? ¿No te da vergüenza pretender pagar un servicio hecho con amor?».
A veces se oye decir a la gente: «Señor, he hecho mucho por Ti. ¿Qué recompensa me vas a dar?».
El verdadero favor es aquel que se hace sin esperar nada a cambio.
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